100 años del nacimiento de Orson Welles


Hoy, 6 de mayo de 2015, Orson Welles habría cumplido cien años. No cabe duda de que estamos ante la figura de uno de los grandes directores de cine dentro de la historia del celuloide.

Su obra cinematográfica está vinculada a Navarra, a las fiestas de San Fermín, y al Gran Hotel La Perla en el que estuvo alojado en repetidas ocasiones. En esta tierra grabó, precisamente hace ahora medio siglo, el film Campanadas a medianoche, una película cuyo rodaje atravesó serios problemas económicos y que hizo que Orson Welles abandonase el Gran Hotel La Perla en su última estancia sin pagar la factura.

Posteriormente volvió a Navarra a grabar Don Quijote, en donde introducía al ingenioso hidalgo y a su escudero en la vorágine de los Sanfermines, pero murió nuestro protagonista sin ver acabado el rodaje de este film.

El Gran Hotel La Perla, olvidándose de aquella factura pendiente que posteriormente pudo ser cobrada, guarda un grato recuerdo de las estancias de este afamado director de cine en nuestro establecimiento; tal es así que una de las 44 habitaciones que el hotel tiene está dedicada a él (habitación histórica 104), siendo además una habitación que atrae y tiene su propio público cinéfilo.

La vinculación del cineasta con el hotel ha sido estos días destacada en diversos medios de comunicación nacionales, como es el caso del rotativo El Mundo ("La Ruta de Welles: España por montera) y de la emisora Onda Cero, entre otros.

Las estancias y la obra cinematográfica de Orson Welles vienen oportunamente a recordarnos que Navarra es tierra de cine, que es un plató gigante con infinitas posibilidades, codiciado por no pocos directores de cine, y que ha permitido que recientemente el Departamento de Turismo del Gobierno de Navarra haya lanzado una nueva ruta turística apoyada precisamente en estos escenarios de película.

Y esas mismas estancias y esa misma obra cinematográfica no son, también, sino un capítulo más de la importante vinculación que el Gran Hotel la Perla ha tenido, y sigue teniendo, con el mundo del cine.


Panel de la habitación 104 de Orson Welles
Con motivo del centenario de su muerte, el portal de viajes de El Mundo publicaba en su web Ocholeguas.com el siguiente artículo sobre Orson Welles. Así era este singular personaje que recordamos con especial cariño.

La ruta Welles: España por montera


Ahora que se cumplen 100 años del nacimiento del gran cineasta, recordamos los rincones patrios en los que lo anegó todo de coñac y cervezas, entre paellas y toros. Desde Chinchón a Ibiza, Almería o Pamplona hasta la finca de los Ordóñez en Ronda, donde reposan sus cenizas.

Nació en Kenosha (Wisconsin, EEUU) hace ahora 100 años (6 de mayo) y se fue a morir (hubiese sido redonda la paradoja) casi casi el día de la Hispanidad de hace 30. De ego elefantiásico, glotón, inconformista atormentado, mito y padre del cine moderno... Orson Welles encontró en España la feliz Arcadia donde dar rienda suelta a las ansias de vida total, entregándose a un libertinaje artístico entre la profesionalidad, el delirio y las resacas. Para muchos de sus anfitriones franquistas, más que el republicano Ciudadano Kane que renegaba de la industria yanqui, Welles sólo era el obeso marido de nuestra Rita Hayworth, la Gilda cuyo nombre real era Margarita Cansino, oriunda de Castilleja de la Cuesta (Sevilla).


Orson se lió la piel de toro en un puro interminable (cinco al día exactamente). Lo anegó todo de coñac, cervezas y gin tonic y fue palmero como si no hubiera mañana. También rodó. Mucho y con desigual suerte: sólo faltó ese quijote parcheado por Jesús Franco en 1992. Entre lo grotesco y lo sublime, ésta es la desmesurada ruta (ahora que apasiona el turismo de localización fílmica) trazada por el cineasta en un país donde, según sus vástagos, fue más dichoso que en ningún otro. Por eso sus 120 kilos reducidos a cenizas reposan en la finca de los Ordóñez de Ronda.

Torero en un burdel


El cineasta disfrutando de una paella.

En su primera visita se puso el país por montera. Literalmente. Acababa de cumplir 17 años y se plantó en Sevilla tras un periplo por Marrakech (premio a su precoz talento adolescente como dramaturgo colegial). Se instaló cuatro meses en Triana, llegando a ser anunciado en los carteles como El Americano. En 2005 se realizó un documental (aún inédito) que puntea su rastro en la capital hispalense. «Escribía para revistas pulp y vivía como un rey. Alquiló una habitación en un burdel, en la zona de calle Betis y la calle Castilla. Compró los toros y se presentó a varias corridas en Carmona y El Aljarafe como El Americano. Lo hizo fatal y le lanzaron botellas. Una le hizo un profundo corte en la cara», relata Alberto Rojas Maza, autor del documental.
Pese a la cornada, años después volvería a la capital, dejándose ver en las barreras de la Real Maestranza y perfumando con estela de puro la Feria de Abril montado en coche de caballos. «Me hubiera gustado ser picador», declaraba en Valencia, año 1960, al diario Pueblo. De hecho, en Villalpando (Zamora) al acompañar al torero Andrés Vázquez en sus excursiones taurinas, le confundieron con uno, tal era su rotundo tonelaje.

Juergas: Madrid, Costa Brava...

Despanzurró la maleta en la cama del Castellana Hilton (hoy Intercontinental) en 1954, cama que compartía con su amante Paola Mori, condesa de Girifalco. A diario, los toros y los tablaos flamencos (Villa Rosa, Corral de la Morería, Manolo Manzanilla) compusieron sus escalas. Una noche un cliente se quejó de la farra que se había montado en su suite junto a Ava Gardner y Perico Vidal (ayudante en el rodaje de Mr. Arkadin, filmada en Madrid, Barcelona, Segovia, Valladolid y S'Agaró, Girona). Dicen que la Gardner disuadió al cliente de seguir con su queja. Welles repitió liturgia en Madrid en los hoteles Ritz (tanto de Madrid y Barcelona) y la Costa Brava, y su nombre también está tan ligado al tablao Zambra de la Ciudad Condal, como a la coctelería de Perico Chicote en la Gran Vía.

Fascinación vasca

Entre 1955 y 1961, Welles se embarca en una particular road movie por España y planta sus cámaras en Echalar (Navarra) para desentrañar The land of the basques y su «peculiar idioma». Viaja junto a su segunda esposa y su hija Beatrice, grabando imágenes con una pequeña cámara por encargo de la RAI y la BBC. La serie lleva por título Around the world with Orson Welles, y supondría el troquel que luego copiarían Gwyneth Paltrow con su ibérico On the Road. Más toros, más vino, más puros, más exotismo cañí... Cada vez que llega a Pamplona se aloja en elGran Hotel La Perla, su cuartel general para los sanfermines. La última vez se largó sin pagar. Otra excentricidad. O un abuso perdonable: la habitación 104 aún lleva su nombre.

Chinchones a medianoche


Welles en Las Cuevas del Vino de Chinchón.

En Madrid, la Casa de Campo se convirtió en el teatro de operaciones de la batalla deShensbury deCampanadas a medianoche (1965), filme que produjo Emiliano Piedra. Enajenado como el Falstaff de la película, se paseaba por los soportales de la histórica plaza de Chinchón. Los más viejos de la localidad aún recuerdan cómo el cineasta daba cuenta a diario de las judías chinchoneras y el churrasco en el Mesón Cuevas del Vino, el primer restaurante del pueblo. El dueño le traía un sillón de grandes dimensiones porque en las sillas de mimbre no cabía.
A Chinchón volvería para la tv movie Una historia inmortal en 1968. Ajo y anís, inevitables. En Colmenar Viejo también le rememoran. La Dehesa de Navalvillar, unas 1.000 hectáreas, se extiende a los pies del Pico San Pedro y por su geografía fue utilizada como decorado natural para el mencionado filme. Agarró el puente áreo para completar el metraje en Cardona (Barcelona), gracias a su castillo, hoy parador. El comía en el restaurante Mesón del Castillo de Berga, que ya no existe.

Ibiza, Domecq y un mausóleo

Destilando realidad y ficción (una costumbre entre persona y personaje) su loadísimo documental Fake (Fraude) tuvo escenarios en Ibiza (donde vivía el falsificador Elmyr de Hory) y en Almería en el año 1973. En la ciudad comentan que se encontró con Antognoni en un restaurante. Los técnicos de ambos realizadores juntaron dos meses enormes. Los dos genios se sentaron alejadísimos el uno del otro y no cruzaron palabra. Dos años más tarde dirigió y protagonizó un spot para, con su voz cavernosa, ponderar las bondades del Fino La Ina de Bodegas Domecq. Se puede ver en Youtube. Y en 1976 se paseó por Las Ramblas barcelonesas, guayabera blanca y a bordo de un coche de caballos para El viaje de los malditos.
Tras su muerte en Los Angeles y un litigio tortuoso, se salió con la suya desde el más allá. Dispuso que sus cenizas fueran esparcidas en la finca de recreo San Cayetano (ctra de Ronda a Campillos, Málaga, Km 6), propiedad de su gran amigo el torero Antonio Ordónez. «Si juntamos su amor a su profesión y a sus amigos, hay que decir que en este hombre está Dios», pronunció el diestro durante las exequias el 7 de mayo de 1987. Allí estaba hasta su hija Carmina, malograda reina del papel couché, «con gesto adusto» para dar el último adiós a un artista inconmensurable con un quijote incompleto.