"Cómo enamorarse de la Navarra desconocida en 48 horas"
Sí, Navarra tiene vida más allá de los Sanfermines. Muchísima más. La
gastronomía se convierte en el punto fuerte de esta pequeña ruta
clandestina llena de rincones a los que hay que ir, al menos, una vez en
la vida.
En el primer trimestre de 2016, Navarra ha liderado el turismo rural
nacional. Un patrimonio histórico, cultural y natural alimentan estos
datos que sitúan a esta pequeña provincia del norte de la península en
el paradero más escogido por los españoles a la hora de descansar y
desconectar de las grandes ciudades. ¿Sorprendente? En absoluto. De
norte a sur, las posibilidades turísticas son incontables y aptas para
el más hiperactivo. Para los amantes de la naturaleza, el norte de la
comunidad seduce con cada uno de los tesoros naturales que se esconden
en los valles del Pirineo de Navarra: desde el Valle del Roncal hasta el
parque de Urbasa, una serie de parajes idílicos atraviesan la región:
las foces de Lumbier y Arbaiun, la Selva de Irati, el valle de Baztan, el Señorío de Bertiz o la Sierra de Urbasa son sólo algunas de las opciones.
En la Navarra Media, por su parte, Olite y Pamplona
(sí, más allá de la semana del 6 al 14 de julio, cuando se celebran los
famosos Sanfermines) son los destinos más solicitados por los turistas.
El flujo de personas en estas dos ciudades podría deberse, entre otros
factores, a su potencial histórico-cultural, así como el paso de
peregrinos (tanto al Castillo de Javier, donde los navarros acuden en
peregrinación cada mes de marzo, como de paso hasta Santiago, donde se
afirma que, el tramo que recorre la provincia de Navarra en el camino
francés, es uno de los más asombrosos del recorrido).
Pero no queda ahí el más que justificado bombo navarro: al sur de la región, conocido como la ribera de Navarra (situada en la ribera del Río Ebro), la ciudad de Tudela
cuenta con un patrimonio cultural que cada vez se está explotando más,
con una serie de actividades culturales que muestran la tradición
navarra a través de festividades y jornadas de todo tipo, especialmente
gastronómicas. Además, a pocos kilómetros de esta pequeña ciudad se
sitúan las Bardenas Reales, un paraje semidesértico con una superficie
de 42.000 hectáreas que es reserva natural de la biosfera y que jamás
esperaríamos encontrar en una región del norte de España.
¿Y la
comida, qué hay de la comida? Que el cultivo, producción y venta de
verduras y hortalizas de calidad difícil de encontrar en cualquier otro
lugar y una ruta gastronómica que llenará el estómago más exigente, es
evidente. Pero la proliferación de nuevas Michelín –los restaurantes Europa, Rodero y El Molino de Urdániz
ya tienen la suya en el mapa europeo– no ha hecho más que fomentar el
turismo gastro de calidad. Además, su cercanía al País Vasco, influye
también a la hora de cocinar carnes, pescados y mariscos que, junto a
sus potajes más típicos (las famosas pochas, el ajoarriero o calderete)
conquistan a los turistas por el estómago.
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