Juan Belmonte, el matador de toros más popular


Juan Belmonte Garcia (1892–1962), apodado El Pasmo de Triana, sevillano de nacimiento, es a juicio de muchos críticos taurinos el matador de toros más popular que ha existido. Sea lo que fuere, lo que sí es cierto es que Belmonte revolucionó totalmente el mundo de la tauromaquia. Su defecto en una pierna limitaba la movilidad de sus pies llevándole a utilizar mucho más las manos creando, en consecuencia, un nuevo estilo a la hora de lidiar, en redondo y con una cercanía nunca vista. Ese mismo defecto de la pierna, y su imposibilidad de saltar en caso de apuro, hizo que en las plazas de toros se generalizasen los burladeros.
Juan Belmonte coincidió en su carrera taurina con otra de las grandes figuras del toreo: José Gómez Ortega Gallito. El arte de ambos hizo que la sociedad de aquella época se dividiese entre gallistas y belmontistas. Esa rivalidad entre el uno y el otro nos permite hoy hablar de una Edad de Oro del toreo. Curiosamente Gallito no sólo era el gran rival de Belmonte, sino también el gran amigo.

El Pasmo de Triana tomó la alternativa en Madrid el 16 de septiembre de 1913, actuando Machaquito como padrino. Ya con anterioridad, en su etapa de novillero, la prensa lo había calificado como “un diamante en bruto”. Anunció su retirada en Lima en 1922, pero reapareció en 1924; a partir de la guerra se limitó a esporádicas actuaciones como rejoneador.

En Pamplona estuvo, al menos, en cinco ocasiones, siempre durante las fiestas de San Fermín, concretamente en las ediciones de 1914, 1925, 1926, 1934 y 1939. El 10 de julio de 1934 sufrió una aparatosa cogida; y el 19 de julio de 1939, coincidiendo con la presencia de su hijo en el cartel de la feria de ese año, se limitó a actuar de rejoneador con gran éxito –“en medio del delirio popular”, decía la prensa local- en la corrida extraordinaria. Tanto él, como su hijo, se hospedaron siempre en el Hotel La Perla, en donde coincidió varias veces con su buen amigo el pintor Ignacio Zuloaga.

Panel que se encuentra en la habitación 103 de Juan Belmonte