Cuando
iba a salir al escenario a cantar le notificaron la muerte de un ser querido
muy allegado, y lejos de retirarse al camerino a llorar su pérdida, hizo que se
abriese el telón, y allí, ante un patio de butacas repleto de público,
convirtió el llanto en canción, y el dolor en emoción. Fue por ello que cantó
como nunca lo había hecho.
Pensarán
algunos que estamos hablando de aquél emotivo momento en el que uno de nuestros
clientes del hotel, el tenor Julián Gayarre, debutaba en Varese ante el público
italiano, y lo hacía en el mismo momento que un empleado del teatro le
entregaba en mano, en aquella tarde del siglo XIX, un telegrama en el que se le
anunciaba la muerte de su madre.
Sin
embargo, pese a la similitud, no es Gayarre ahora el protagonista de este
episodio, sino otro cliente del Gran Hotel La Perla, cantaor de flamenco para más señas, Diego “el Cigala”. Sucedía lo
narrado este 21 de agosto en la ciudad estadounidense de Los Ángeles. Faltaba
un rato todavía para que se abriese el telón cuando el cantaor recibía la noticia del fallecimiento de su esposa Amparo
Fernández.
El
telón se abrió, y dicen que Diego “el Cigala" cantó especialmente bien, con
alma, con más emoción que nunca. No sospechaba aquél público que detrás de esa
guitarra rasgada, detrás de esa voz que prolongaba las vocales con un
sentimiento único, había un dolor inconsolable, había pena y sentimiento, había
un lamento desgarrador… era un llanto convertido en arte.