El pasado 10 de Junio actuó el tenor Juan Diego Flórez en Pamplona y ofreció en Baluarte un espectaculo junto a Vincenzo Scalera al piano. Lleno absoluto y éxito rotundo. Ambos firmaron en el Libro de Honor.
Fotos: Baluarte |
A continuación les dejamos las palabras del crítico musical, Juan Ángel Vela del Campo, sobre el artista y la obra que expuso en Baluarte que fueron recogidas en el programa de mano.
"Ha transcurrido ya casi una década desde que, con motivo
de un recital de Juan Diego Flórez en Pamplona —justamente
aquí, en Baluarte—, escribí unas notas al programa
muy particulares sobre lo que el tenor iba a cantar ese día.
En realidad, más que un análisis propiamente
dicho de las obras, reflejaba el pensamiento
de Juan Diego Flórez sobre las
mismas, producto de una conversación
amigable que mantuvimos en un restaurante
peruano en vísperas del concierto.
Así, entre tiraditos y causas limeñas, divagamos
sobre Bellini, Rossini o Donizetti,
para culminar en el último pisco-sour con una frase
de Juan Diego que da mucho que pensar: “Cuando llegas
a entender que el canto es aire, es cuando comienzas a cantar
bien”. Así que para no romper la armonía —en este caso
gastronómica— he ido a comer a un restaurante peruano
antes de comenzar a escribir estas líneas para ver si entre
ceviches y anticuchos me venía una ráfaga de inspiración
literaria. Había, en cualquier caso, para este cometido una
diferencia fundamental respecto a la situación anterior y
es que Juan Diego no estaba en la mesa. Daremos, pues, el
protagonismo a los recuerdos o, expresado de una forma
más elegante, a la memoria afectiva.
Conozco a Juan Diego desde hace muchos años y nuestras
complicidades no se limitan a lo gastronómico, por
mucho que tengamos una larga historia de comidas juntos
en restaurantes, txokos o casas particulares de Perú,
Italia y hasta en el mismísimo El Bulli antes de que cerrara.
Aunque pensándolo mejor nos une más la alargada
sombra de Rossini que los platos más sofisticados. No hay
remedio para combatir esta atracción fatal. Rossini es
mucho Rossini y Juan Diego es un rossiniano hasta las
cejas. Luminoso, brillante, sigue al pie de la letra la filosofía
básica del canto rossiniano: melodía sencilla, ritmo
claro, fraseo nítido, timbre cálido. En Pésaro, lugar natal
del compositor, a orillas del Adriático, celebraron por todo
lo alto el pasado verano los 20 años de vinculación de Flórez con el Festival anual dedicado allí a Rossini. 20 años,
se dice pronto, desde aquella ya lejana participación en
Matilde di Shabran. En Pésaro ha instalado el cantante
peruano su domicilio. Cómo no. Hay que estar lo más cerca
posible de los ecos que sigue proyectando en su tierra el
autor de El barbero de Sevilla o La Cenerentola. No es ninguna
casualidad que a Pésaro se desplazó en vísperas de
su fallecimiento —ay, dolor— el pasado marzo otro rossiniano
de postín: el inolvidable musicólogo, profesor y director
de orquesta Alberto Zedda. Los rossinianos son
así. Su racionalidad va unida intrínsecamente a su locura.
Lo evidente es que Juan Diego vive con una especial empatía
las óperas, las canciones y hasta los Pecados de vejez
de Rossini. Es cuestión de gusto pero también fusión
intachable de su voz con una manera de enfocar el canto.
Su selección rossiniana de hoy comprende piezas tan
atractivas como La lontananza, Bolero, Addio ai Viennesi
y un aria de Otello. La primera pertenece al Álbum italiano,
primer volumen de los Pecados de vejez y está escrita
originalmente para tenor. En la segunda escucharemos
esa frase que casi se convirtió en una especie de
leitmotiv a su manera, “Mi lagnerò tacendo”, un guiño juguetón
a sus incondicionales. La tercera tiene un aire de
despedida y fue compuesta cuando Rossini dejó Viena en
julio de 1822.
En cuanto a la ópera obvio es decir que Juan
Diego está en su salsa, tanto por la expresividad que despliega
como por el rigor en la línea de canto. Rossini está,
pues, bien servido. O no. Todo nos puede saber a poco tratándose
de las interpretaciones belcantistas de Juan Diego.
Entre las canciones y el aria de ópera, se sitúan dos aportaciones
mozartianas para salpimentar el guiso rossiniano.
Las dos proceden del género lírico-teatral, una en
alemán, otra en italiano, pero tanto la de El rapto en el serrallo
como la de Mitridate, re di Ponto encajan a las mil maravillas en la dimensión temporal y hasta estilística
del programa. La combinación Mozart-Rossini siempre
despierta una gran cantidad de sugerencias. Musicales y
hasta vitales.
No se acaba la música con Mozart y Rossini, no teman.
En la segunda parte del concierto, Juan Diego deja a un
lado sus raíces más asentadas y explora otros territorios,
aunque siempre con prudencia y buscando las conexiones
apropiadas. El espíritu de Alfredo Kraus se hace visible
en la ópera romántica francesa, especialmente con
Massenet y su Werther, la ópera con la que muchos aficionados
líricos identifican la plenitud del tenor canario.
El respeto y admiración de Flórez por Kraus es evidente
y “Pourquoi me réveiller” puede convertirse más que en
una continuación estilística en un homenaje. Tambien
Kraus se identificaba preferentemente con La traviataentre
los títulos operísticos de Giuseppe Verdi. No es extraña
la incorporación al programa de De miei bollenti spiriti. La
aportación verdiana se redondea con I lombardi. Y siguiendo
con las asociaciones no está de más recordar que
la popular Mattinatafue compuesta por el compositor napolitano
Ruggero Leoncavallo en 1904 para Enrico Caruso.
El célebre tenor la cantó por primera vez en Nueva
York ese mismo año. Hoy no hay cantante lírico que se resista
al encanto de esta melodía.
El verismo contenido
completa el programa de hoy de Juan Diego Flórez. De La
Bohème a Gianni Schicchi, Puccini se vacía en un abanico
de comunicación y sentimientos que deja a un lado valores
estéticos firmemente establecidos para tomar partido
por un realismo tan popular como a veces desgarrado. El
tenor peruano tendrá que poner toda la carne en el asador
en este repertorio, lo que, si cabe, añade un punto de
interés y curiosidad a un recital en el que están garantizadas
la profesionalidad, la transparencia, la belleza, la técnica
y la madurez lírica. Escuchemos, pues, con la máxima
atención. Juan Diego Flórez es uno de esos raros tenores
a los que se puede aplicar el calificativo de genial ❖
juan ángel vela del campo"