HABITACIÓN 105
- “Madre, quédate tranquila, esta tarde he hecho la mejor faena de mi vida”; con estas palabras, desde esta misma habitación, comunicaba a su madre por teléfono Manuel Rodríguez “Manolete” aquella tarde sanferminera de 1947 lo que él había sentido. Había toreado mejor que nunca; así lo creía él, y así lo creían también los aficionados, los críticos, y sus incondicionales seguidores que esa tarde le vieron manejar el estoque y la muleta.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvuQJ44iKoJdRWLyLSpYXb7joWjIvYiCu5ALBz0IyyrdgjVSIjiZa_BAusl9pJ1aDGYf75m1D71p9BqBeaRgFlSmUJtR7c1nvd-smiirqchG-Dyna8T15y74vIytqiHBo3X1FfsyIK8KvY/s640/junior-suite-two--v16831191-720.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvuQJ44iKoJdRWLyLSpYXb7joWjIvYiCu5ALBz0IyyrdgjVSIjiZa_BAusl9pJ1aDGYf75m1D71p9BqBeaRgFlSmUJtR7c1nvd-smiirqchG-Dyna8T15y74vIytqiHBo3X1FfsyIK8KvY/s640/junior-suite-two--v16831191-720.jpg)
Detrás de esa tarde de gloria, inolvidable para su protagonista, lo que hubo fue unas horas de soledad, de recogimiento, de oración ante esa capilla provisional dedicada a la advocación de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder. Todo esto sucedía en esta habitación. La que siempre tuvo cuando toreó en Pamplona.