Llegó,
estuvo treinta años, y se fue. Ese fue Manolete,
uno de esos pocos diestros que fue capaz de hacerle un quiebro a la historia de
la tauromaquia reconduciéndola, con personalidad y valor sereno, por el camino
de la seriedad. No quiso ser de los del montón, y lo consiguió, dejando además
el listón alto, ¡muy alto!. Por ello, precisamente por ello, se le considera
uno de los califas del toreo; y no es
de extrañar que otro de nuestros míticos clientes, Orson Welles, acuñase para
la historia aquella frase de “si yo fuera
español estaría orgulloso de haber vivido en el mismo siglo que Manolete”.
Ponemos
hoy en valor su vida artística como matador de toros, así como su vinculación a
este hotel, en el que tiene una habitación dedicada; y lo hacemos en un día muy
especial, en el día en el que se cumplen cien años de su nacimiento, un 4 de
julio de 1917.
Durante casi un siglo La Perla ha sido el hotel taurino en Pamplona, el que ha acogido en sus habitaciones a lo más selecto de la tauromaquia de diferentes épocas. Pero justo es reconocer que, de todos los matadores de toros que en este establecimiento se han alojado, ha sido el cordobés Manuel Rodríguez Manolete el que ha dejado una huella más profunda, del que más datos y testimonios tenemos. Estuvo estrechamente ligado a la habitación número 44 (que tras la reforma de 1951 tuvo el número 106, y desde 2007 lleva el número 105).
Manolete tiene su propia historia dentro del Gran Hotel La Perla, una historia que nos habla de enorme generosidad con su cuadrilla, una historia que nos habla de sinsabores por faenas poco afortunadas, de plegarias en soledad ante la improvisada capilla junto a la cama en honor al Padre Jesús Caído, de recuperación médica tras un accidente de tráfico, de momentos emotivos hablando por teléfono con su madre compartiendo con ella la alegría de triunfos y trofeos, de momentos de angustia al conocer el resultado doblemente trágico del encierro con los toros a los que esa tarde se iba a enfrentar, de pacientes poses para los fotógrafos… De todo eso y de mucho más nos hablan esas paredes, espacios a los que hay que saber escuchar en un día como el de hoy, centenario del nacimiento de uno de los grandes del arte de Cúchares. Hoy, 4 de julio de 2017, entre las paredes de la habitación 105, quien tenga oídos sensibles podrá escuchar con más fuerza que nunca las ovaciones que Manolete está recibiendo. ¡Gracias… maestro!
Durante casi un siglo La Perla ha sido el hotel taurino en Pamplona, el que ha acogido en sus habitaciones a lo más selecto de la tauromaquia de diferentes épocas. Pero justo es reconocer que, de todos los matadores de toros que en este establecimiento se han alojado, ha sido el cordobés Manuel Rodríguez Manolete el que ha dejado una huella más profunda, del que más datos y testimonios tenemos. Estuvo estrechamente ligado a la habitación número 44 (que tras la reforma de 1951 tuvo el número 106, y desde 2007 lleva el número 105).
Manolete tiene su propia historia dentro del Gran Hotel La Perla, una historia que nos habla de enorme generosidad con su cuadrilla, una historia que nos habla de sinsabores por faenas poco afortunadas, de plegarias en soledad ante la improvisada capilla junto a la cama en honor al Padre Jesús Caído, de recuperación médica tras un accidente de tráfico, de momentos emotivos hablando por teléfono con su madre compartiendo con ella la alegría de triunfos y trofeos, de momentos de angustia al conocer el resultado doblemente trágico del encierro con los toros a los que esa tarde se iba a enfrentar, de pacientes poses para los fotógrafos… De todo eso y de mucho más nos hablan esas paredes, espacios a los que hay que saber escuchar en un día como el de hoy, centenario del nacimiento de uno de los grandes del arte de Cúchares. Hoy, 4 de julio de 2017, entre las paredes de la habitación 105, quien tenga oídos sensibles podrá escuchar con más fuerza que nunca las ovaciones que Manolete está recibiendo. ¡Gracias… maestro!